Leed esta maravilla que escribió Cristina Amboage:
El largo viaje desde el lago
El fuerte olor a coñac se extiende por mi cuerpo.
Es dulce y pegajoso. Las friegas han templado mi piel, pero un frío profundo
penetra mis huesos.
Sentados junto a mí en el coche oigo a unos niños
que lloran, pero no están conmigo. Mis ojos se mantienen cerrados y reviven lo
sucedido. El agua. El agua viene a mí una y otra vez: la siento primero gélida,
empapando con prisa mi cuerpo; mientras caigo miro hacia arriba y aun soy capaz
de verla en la superficie, tranquila, meciendo la barca volcada como si nada de
lo que allí sucede tuviera que ver con ella; me envuelve
después y la observo inmensa, en su decorado de plantas, peces, latas y
botellas. Una calma inesperada comienza a invadirme entonces cuando ante mi
aparecen los ojos de un Pablo aun incrédulo. Siento cómo alguien me agarra y
asciendo.
Sigo en el coche. El llanto de los niños ha
cesado y la voz cálida de su madre consigue que abra los ojos. Estamos en casa
de Pablo. Debo hablar con sus padres y mi única compañía es la de esta familia
que desconozco. Vuelvo a sentir el fuerte olor de las friegas de coñac. Solo
tengo 11 años.
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